Personalmente, creo que es algo más que una de las muchas variantes de la ciencia que se nos antoja fría, distante. Es un viaje interior, una forma de conocimiento interno, situarnos en un contexto, relativizar todo aquello que ocurre en el tiempo-espacio en cual estamos inmersos. Es tomar conciencia remotamente de lo complejo, infinito, cercano y bello que es el Universo, que nuestro planeta por obvio que parezca, pertenece a él. Interiorizar esto es gratificante y canaliza lo mejor que habita que cada uno de nosotros. Cuando uno se asoma al ocular de un modesto telescopio de aficionado, se abre de par en par, una ventana a ese vasto Universo del que somos parte y del cual llevamos su esencia en nuestro organismo celular. A primera vista, puede parecer una sucesión de puntos débiles que tililan sin más, pero si se es consciente de lo que se observa o bien alguna vez se ha alzado la vista a un inmenso cielo nocturno ausente de cualquier punto de referencia que nos traiga a la memoria cualquiera de las múltiples impactantes imágenes con las que nos bombardean los medios diariamente, las cuales desgraciadamente suelen inmunizar al individuo ante espectáculos tan simples y sugerentes como éste. Volviendo a esa inocencia prístina, uno vera algo más que es sucesión de puntos débiles, uno tomará conciencia de la magnitud que lo que ve y aprenderá a valorar no solo eso, sino que posiblemente y si el interlocutor está receptivo, será una palanca de cambio que puede ayudar a cambiar algunos mecanismos internos.El conocimiento, al margen de la ensoñación inherente, nos sirve para observar con cierto criterio y apreciar más si cabe lo que se presenta a nuestros ojos. Lo primero es valorar el escenario y tener una referencia de las magnitudes que van asociadas a nuestra observación, aunque la lejanía nos las presente como pequeñas luciérnagas que tililan en un oscuro fondo, tal y como se puede ver en esta imagen:
Pero desde nuestro punto de referencia, se puede caer en la tentación de cierto geocentrismo, el cual puede quedar reducido a la nada si se observa con detenimiento lo que a día de hoy es la imagen más lejana captada por una sonda del planeta Tierra. Dicha imagen se captó a 6.400.000.000 de kilómetros de nuestro planeta (casí 6 horas tarda un rayo de luz en recorrer dicha distancia -8 minutos como refencia distancia Sol-Tierra-). Esta sonda es una de las dos que pertenecen a la misión Voyager y las cuales fueron lanzadas con pocos días de diferencia en 1977. La imagen fue captada por la sonda Voyager I . Ambas están actualmente fuera de los confines del Sistema Solar. Entre los méritos de estas sondas gemelas, la Voyager I tiene el envió de la primera foto del sistema Tierra-Luna.
En febrero de 1990 la Voyager I, giro y "miró" hacía atrás desde los confines del Sistema Solar en la Nube de Oort "apuntando" hacía la Tierra, aprovechando que estaba muy por encima del plano de la elíptica (órbita de la Tierra alrededor del Sol), tomando una serie de imágenes de nuestro Planeta desde este lejanísimo punto de referencia, las cuales nos relató con inmejorable maestría el profesor Sagan. Casí 20 años después siguen sobrecogiendo, ese pálido punto azul, frágil, frío, distante y pérdido en la inmensidad del oscuro fondo donde se desarrollan todas nuestras inquietudes, vivencias, odios, pasiones, amores...en definitiva nuestra vida que forma parte del todo:
En mayo del 2005 la NASA anunció que la Voyager I había alcanzado el límite de uno de los últimos bordes exteriores de la influencia del Sol y que continua viajando hacia la heliosfera, la última frontera del Sistema Solar.
Debido a la gran lejanía y estar practicamente fuera de la influencia del Sol, la Voyager I recibe su energía no de los paneles solares, inservibles ya, sino de un pequeño generador nuclear. Dicho generador tiene autonomía hasta el 2020, a partir de aquí, se perderá el contacto con la sonda, la cual vagará por el espacio profundo.
Como curiosidad, la sonda Voyager es famosa por contener el disco conocido como Golden Record con sonidos del Planeta y una descripción de la vida existente en él, por si alguna civilización tuviese contacto con las mismas.